marzo 06, 2010

Ataque de nostalgia

El tipo era alto, aerodinámicamente delgado y con la nostalgia en metástasis.

Era agua lo que bebía, lo que para el guión cambiaremos a whisky, y me dijo un frase inspiradora:

'He visto a un delfín llorar'.

Aún si hubiese estado borracho, drogado, o todo a la vez, resultaba totalmente abrumador su discurso.

Tras hora y media de currículum versión narrada, había conseguido el trabajo de su vida, y así contado también de la mía: se dedicaba a nadar entre cetáceos. Monitor de buceo para turistas aventurados. Estaba contento.

Una tarde difícil de trabajo, con sólo tres turistas en todo el día, tuvo un momento de asueto entre delfines y tras jugar un rato miró a uno de ellos e hizo una reflexión a la que nunca había llegado. Pensó en su casa, en su colchón, y pensó en el océano abierto. En las noches de tormenta, en su colchón, en las noches de tormenta en la mar. En acurrucarse y en el océano abierto. Y no lo vio todo en el mismo mundo.

'No sé, no lo entendía. No podía haber tanta diferencia'.

Cuando salió de sus pensamientos y se dio cuenta que el delfín estaba leyendo su gesto. Se emocionó.

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