
Te miro y me autoconvenzo de que eres cándida, que tu frescura es de aroma a inocencia, que la belleza y la ternura se fijaron en ti para definirse.
Cada palabra tuya,
la cuento como una verdad, con cara absurda y atención desencajada, como un mimo, una sonrisa con dedicatoria. Te veo moverte e intuyo que te desenvuelves con soltura por la vida, no pareces miedosa ni reulles miradas.
Eres una paz profunda, un proyecto de carcajada ilusionante.
Seguro que tu boca sabe a montaña rusa, que tu pasión provoca amores de los que ya no quedan, de locura insalvable y eterna compañía.
Te miro, sigo tus formas, me pierdo. Me miras, te ries y nos volvemos a encontrar. ¿quién querría detener tu caminar? Hipnosis de péndulo y ojos fijos.

Eres el rencor asumido y transformado en distante complicidad, el futuro no compartido y el deseo olvidado en la cerradura de tu casa. No me hagas caso, es tu nombre para mi el conjuro de la obsesión, la jugarreta del destino. Eres la cicatriz en el pecho, el orgullo de mis batallas, musa y amada despistada, incapaz de encontrarme en sus anhelos.