Estuve atento:
mirada periférica y músculos en tensión,
desconfianza ciega y recelo,
que de nada sirvieron...

la oreja izquierda provocó
con su erógena sensibilidad al tacto,
la exaltación de mi vello.
Ya era imparable, segundo cuchillo.
Tras un juego con el público,
el típico del mal pulso,
me tiemblan las rodillas
a ritmo de redoble.
Éste ha caido al lado derecho y el criminal

apuesta por clavar el tercero
sobre mi cabeza.
Yo apuesto porque dará entre ceja y ceja.
No me importa morir.
Tan solo deseo saber
el desenlace final.
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