Una caricia en el lomo, al año que se acabó, el que puso sus números 2,0,0,6 en la esquina inferior izquierda de cada una de las sensaciones y situaciones vividas en él.
Un año de sueños cumplidos. Sueños que se hicieron realidad, perfeccionando la cara de sorpresa, de satisfacción y perpetuo agradecimiento, enseñando de lo vivido lo mejor. Sueños rotos, con la espesa niebla de las pesadillas, que pusieron al límite el contrato no firmado con la realidad, de lágrima perdida y media vuelta. Sueños todos que me han obligado a creer en mi, a creer en ti y no desilusionarme cuando cambien los derroteros de esta...sorpresa contínua.
Música de pelos de punta, más música en vivo de la que pude haber imaginado. Un escenario para todo aquel que crea que tiene una forma particular de contar ese misterio que es todo y cualquier cosa. Música para alimentar la sonrisa, como el complejo vitaminado más nutritivo.
Un año que, cual faquir, ha estirado y encojido sus estremidades proporcionando la experiencia vital necesaria para mantener la picardía y la ilusión, para no caer en la prepotencia ni descuidar la verdad. Y que ha soportado de buena gana que le desenrollase el turbante para escribir en él todo lo acontecido.
Y gente, mucha gente con la que reir, aprender, viajar y volver, soñar y volver a soñar. Buenos y malos con los que compartir cada salto de valla y sprint, papel y culo de botella.
¿a quién hay que darle las gracias por todo(lo bueno y lo malo) lo acontecido durante un año? Sin duda a todos los que han participado en él: ¡¡GRaCiAS!!
¡Un año que entrega el testigo al siguiente con un gesto de complicidad, contagiándole su ánimo y tranquilo por saber que éste, seguiré aprendiendo...y bailando,¿cómo no seguir bailando? porque, ¿te imaginas que dejasemos de bailar?...
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