enero 07, 2007

SuEñO fAtaL


En el preciso momento en el que sacaba la lengua por primera vez, su cabeza asomaba por la esquina de la calle de la palma con la calle del acuerdo.

El camello se había perdido.

Le quedaba un solo regalo que repartir... un despiste, ¿el primero en cuánto, veinte, treinta años? le había retrasado ya día y medio. El camello pidió un cigarro a dos chicas que pasaban y se apoyó en la esquina pensando. Como una ironía más del destino le habían dado un Camel.

Al principio se puso nervioso, los Reyes estaban en el número doce de tu calle y él, como siempre, se había escondido en la cera de enfrente. Si los niños de la casa le habían dejado agua o azucar para él, la estrella de los reyes parpadeaba dos veces y él subía a tomarse algo. Últimamente la cosa estaba floja, la gente piensa cada vez menos en los camellos.

Al no haber "regalo" (como ellos le llamaban) para él, se dió la vuelta hacia tu ventana y se dijo "otro año más". Pero los Reyes Magos no aparecían. Era extraño, porque eran auténticos profesionales y no solían entretenerse durante el trabajo, al fin y al cabo era una noche al año.

Cuando llevaba medio cigarro fumado el camello miró a cada lado de la esquina y se cabreó aun más. Se había pasado día y medio por Madrid intentando esconderse de la gente y buscando la forma de dejarte el regalo en casa y terminar el trabajo. Pero ya estaba harto.

No entraba por tu portal, no había escaleras de incendios de esas que ayudan tanto en las películas, y entrar por la ventana era una auténtica locura. Tirar el regalo a tu balcón era casi lo mismo que no entregarlo.

En la desesperación por no encontrar una solución se le vino a la cabeza la cabalgata. Menudo día más largo. "Mantente recto, levanta la cabeza, sonríe, guiñale de vez en cuando a alguna chiquilla, ¡CAMINA!, NO TE DETENGAS, VAMOS". Menudo estrés. Le quedaban cuatro caladas y un regalo.

Menos mal que era un camello con recursos. En media hora aparecería en aquella esquina su informador, para darle otra dirección en la que dejarte el regalo y por fin podría tirar hacia su desierto. Entró a tomarse una caña en el bar más cercano, dejando como propina un abridor de diseño.

Cinco minutos antes de la hora acordada se acomodó las alforjas y se forzó a ser positivo y sonreir. Dos dias despues de lo previsto, sí, pero iba a acabar su trabajo, y sin ayuda de sus jefes.

Llegó su contacto en el mismo instante en el que un par de luces azules se acercaba desde la calle la Palma. El camello y su compinche entretenidos por la conversación sobre los regalos del segundo, que le mostraba su decepción al camello porque el creía haberse portado mejor, no se dieron ni cuenta. Pero los policias al ir confirmando que aquella figura era la de un camello se fueron poninedo nerviosos según se acercaban.

La conversación fue escueta, los dos agentes se dedicaron a entretener al camello pidiéndole la documentación, permiso de residencia, el de trabajo, y haciendo preguntas incómodas, que el camello no estaba dispuesto a contestar. Cuando llegaron las tres patrullas de refuerzo el camello se dió cuenta de que era una encerrona. Dudó si ponerse a dar coces y a escupir, pero decidió colaborar por el cansancio y el eStrÉs acumulado.

Hoy hay un camello nuevo en el Zoológico, con un regalo para ti.

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