marzo 23, 2007

aL dEsPerTar

Al dRagÓn se le escapaba una tos de humo y la princesa se desperezaba. Eran las 10 de una soleada mañana.

La princesa miró al DrAGón (aun con los ojos cerrados) y como cada día de los últimos tres meses deseó que por fín no viniese ningún caballero a rescatarla. Tan superficialmente refinados, tan engreidos por vacias promesas de vino y rosas, tan falsamente endurecidos por llevar al cinto una pesada espada que aduras penas podían blandir. La princesa estaba harta de caballeros.

Cuando el DRagóN se la llevó de aquel prado, aquella nublosa tarde de invierno, GRITÓ, arañó, sollozó, mordió, vió alejarse su castillo y creyó morir al imaginarse destrozada en dos parte por aquel infernal mounstruo de boca flameante. Pero aquello no ocurrió.

Al llegar a su guarida el DRAgón la soltó sobre un cómodo lecho de paja, y se apresuró a adecentar el entorno. Limpió de huesos todo el interior, iluminó las paredes, ventiló el baño y preparó algo de cena, consistente en una deliciosa ensalada con espinacas crudas, algo de tomate, queso, maíz, zanahoria cruda y algo de fruta de postre.

La princesita no probó bocado como gesto de desaprobación a aquel atropello, aquel burdo intento de cebarla para luego deleitarse con su rica carne de sangre azul. Tres dias aguantó sin abrir la boca. Durante los que cientos de caballeros, por separado, en grupo, con espada y armadura, con simples piedras, con catapultas, con fuego, con agua, se enfrentaron al dRAGóN que más que preocuparse por los continuos ataques, de desvivía entre uno y otro porque a la princesa no le faltase nada.

Al tercer día el dRaGÓN le plantó delante un banquete sin igual, berenjenas con miel, carpaccio de atún, otra de sus deliciosas ensaladas, y un tiramisú de postre. La princesa, que por fín había decidido que se mantendría con vida el tiempo que aquel mounstruo le dejara, comío con más apetito y menos remordimientos que nunca. El dragón al verla tan hermosamente voraz, como la había imaginado en sus mejores sueños, no pudo aguantar lanzar múltiples llamaradas de fuego al exterior de la cueva, mitigando el calentón que tenía, y celebrando que la princesa por fin se animaba.

De tanto comer y de las llamaradas la princesa fue entrando en calor. Primero se recogió el pelo, despues se soltó el vestido, hasta quedar desnuda y con el jugo de las naranjas y el sudor recorriendo su pecho. No le pasó desapercibida la mirada de deseo del dragón, pero fue la contención de éste lo que hizo que la princesa también le mirase con deseo. No era un lagarto feo, era un magestuoso dragón de buen porte que la cortejaba con toda la paciencia y cortesía del mundo..."sí, deacuerdo, el secuestro había sido un fallo, pero tambíen era verdad que de qué se iba a fijar ella en un dragón si no la secuestraba"... Se fue calentando ella tambíen, comenzó a imaginar más de la cuenta, intentó limpiar el jugo de su pecho y de su vientre, dejándolo todo aun más empapado y esparciendo el olor a fruta por su cuerpo.

Se avalanzó sobre el DRAGÓN y fornicaron durante tres dias y tres noches, parando para saciar su gula y para que el dragón lanzase su fuego lejos del pelo de la princesa.

...quinientas, quinientas cinco, quientas diez...el dRAGón contaba armaduras destrozadas, jugando con su zarpa derecha a removerlas, al pie de la entrada de su guarida mientras se hacía el café. Tres meses y tres días llevaban la princesa y el dragón.

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