mayo 09, 2007

Se leVantA taRdE

Tarde para coger el metro en hora punta y rozarse con una media de 50 desconocidos. Para poner el café o esperar que salgan las tostadas del tostador, tarde para hacer ejercicio, para hablar con nadie.

¡Tarde!

para desayunar leyendo el periódico, para elegir concienzudamente la ropa, los zapatos y hasta los pasos que dará al día siguiente. Para elegir la música que le acompañará al mundo exterior , para ver las estrellas, para encontrar un gallo y oírle cacarear.



La pereza no ha dejado ni un momentito para que pueda desperezarse y de esa manera entra y sale de la ducha, come algo y se tira a la calle como el que salta por la ventana de un edificio apunto de estallar...



tres

dos

uno



Coches, obras, gente que dejó de ser gente para convertirse en un puñado de nervios. Parece una ciudad maldecida por los dioses con el caos, como una constante prueba en su fe en el ser humano, y su capacidad de convivir.
Todos igual de cansados, ella,más perezosa.



EL sueño, el cansancio, la indecisión, el hambre, la rabia y la esperanza se empujan luchando por conquistarle, como un puñado de palomas por conseguir su maíz.



Atropelladamente maneja su día con la angustia de sentir que lo deja marchar, que no controla el tiempo, que no ha podido dedicarse a nada de lo que ha tenido entre manos de manera plena, que tiene sueño, como siempre.



El mundo es igual, tarde o temprano.



...lo ves, sigo de vacaciones cerebrales.

2 comentarios:

Xesca dijo...

Buff!, leer esta entrada ha sido como ver la película de mi propia vida hace unos años.
Pero un día me dije que eso debía cambiar… y me costó lo mío, pero lo conseguí.
Ahora me levanto con tiempo para contemplar la salida del sol, escuchar el canto de los pájaros, prepararme el desayuno e incluso acariciar unos minutos mi guitarra.
Más tarde, cuando abandono mi hogar, no me tiro a la calle, salgo como si fuese a pasear, y antes de dejarme engullir por el caos de la ciudad que me espera, me detengo en el paseo marítimo, desenvuelvo mi bocadillo y allí, sentada en un banco o en las escaleras que conducen a la arena, contemplando el mar, lo comparto con las palomas y las gaviotas que se acercan, tal vez preguntándose qué diablos hago allí.
Y así, con esta preparación psicológica, me dirijo al trabajo.
En pocos minutos todo se suele ir al traste, porque nada más incorporarte a la autopista alguien con prisa te pega un susto de muerte o un coche convertido en chatarra te recuerda lo vulnerables que somos. Y sabes de sobras que cuando llegues a la oficina un montón de problemas te estarán esperando, pero… Nadie puede arrebatarme la satisfacción y el recuerdo de haber empezado el día como yo he deseado. Son pequeños regalos para el espíritu.
Antes me llamaban desastre… ahora me llaman soñadora.

César, gracias por tu blog.
Un saludo

Xes

césar dijo...

Gracias a ti Xes!!!

afortunada tú, que cuentas con el mar como cómplice!!!
He visto que compartimos gustos musicales, un saludo bunburiano!!