
Por cada letra que han esclavizado las drogas a tener un sabor turbio y un aroma desconcertante (incomprensible). Noches (de perdición) y mañanas (de resaca) entregadas a encontrar en su brazos la solución a un problema a medio plantear.
He rajado cada papel para ver si escondía mi tiempo.
Por aquella puerta que se cerró pillándole los dedos a tu recuerdo,
He cojido los poemas que hablaban de ti y los he quemado como muestra de desprecio.
Por estas calles yermas
que parecían prometer un buen destino y que finalmente se torcieron,
en las que no puedo ni aplaudir ni dejar de actuar.
He recojido todos mis cuadernos de aceras y pasos y los he tirado por la ventana.

He regalado mis mejores ocurrencias al fondo de la jaula de mis periquitos.
Por no dejar ninguna estela de un momento tan anodino como el compartido con mi voz hueca, con sueños inalcanzables hasta para la luna llena, con preocupaciones propias de un quinceañero politoxicómano.
Por hacer del futuro una apuesta propia y no una imposición de un pasado con poco jugo...